Sinopsis
SOMOS EL RESUMEN DE NUESTROS MUERTOS
En sentido técnico, eso es la humanidad: lo que queda de nuestros muertos. De allí, acaso, nace esta suerte de transición, de puente, de puesta en pausa que se denomina Duelo. Porque, claro, duele la pérdida. Duele la conciencia de la ausencia final. Duele profundo, tanto que durante un tiempo esa profundidad es una depresión (¿toda profundidad lo es?), es decir una superficie a desnivel. El tiempo del duelo, precisamente, sedimenta de a poco hasta nivelar.
El duelo, te lleva a tus duelos. Y lo primero que reflejó es la cancelación del mundo, del ahí, de lo Otro.
El duelo subsume al personaje en sí mismo, aunque en este caso sean dos. Pero ambas actrices embarcadas en el mismo duelo y generando esa tensión tan noble al teatro (la historia es la historia del conflicto... ¿por qué sería distinto en el teatro?) donde las dos protagonistas se reparten culpas. ¿Qué sino hay en un duelo, además del dolor? Qué el pase de "facturas" se de por fruslerías, no inhibe la cuestión. Es más, las "fruslerías" tienen espejo en guiños que la autora del texto hace a los perspicaces: el verde de la rúcula y la achicoria, siendo a un tiempo marchita la una y la otra enhiesta . Y la amenza velada de "ponerme celeste" de la mujer dos. Qué el verde sea el color de la esperanza, no es fortuito, y no tanto por la actualidad política que el color tiene, aunque sí hay un juego en su favor, insisto; sino porque la escena final evoca el "verde" sin nombrarlo: las tetas no serán objeto de auto predación, lo cual habilita nuevamente al escenario del goce y, más aún, el advenimiento nuevamente del mundo del Otro.
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